3 de julio de 2011

Prohibido Estacionarse. Capítulo 5

Primero, me gustaría agradecer todos los comentarios, los ánimos y las nuevas personas que se han hecho seguidores de este humilde blog en estos últimos días. ¡Los aprecio mucho y siempre me animan a continuar en esto!

En segundo lugar, me toca presentar el quinto capítulo de esta historia, la cual le he tenido un enorme cariño. Recuerdo las advertencias: Es un relato homoerótico. Si quieren saber del inicio de la historia, el primer capítulo está aquí: 

Primer Capítulo

Bueno, ahora sí, aquí va:
Prohibido Estacionarse

Capítulo V

Estaba nervioso, pero es algo que no quería dar a relucir en ningún momento. Desde que nos bajamos de la micro, habíamos estado caminando en un silencio que nadie parecía querer atreverse a romper. No tenía idea de cómo es que me propuse terminar en una situación como ésta, sólo fueron esas pequeñas coincidencias cotidianas las que nos llevaron a ello. ¿Destino? No, lo creo… quizás simplemente lo que había sucedido, es que era la primera vez que me atrevía a ver lo que sucedía a mi alrededor, más allá de mi persona.

Es aquí —murmuré cuando, después de subir las escaleras, llegamos al tercer piso de un edificio que era donde habitaba. Anuncié eso, pero no supe por qué, pues era de lo más lógico ya que me había detenido justamente ahí. Creo que es una de esas estupideces que se dicen cuando uno no tiene nada más inteligente que decir. Saqué mis llaves y al introducirlas, seguido de empujar la puerta hacia dentro, me adentré al que era mi hogar, escuchando el ruido de las pisadas que estabas detrás de mí. Acto seguido, arrojé mi mochila en la mesa por una costumbre que había adquirido desde que me había mudado. Luis por su parte, pese al silencio que había estado reinando, mantenía una sonrisa animada en sus labios, misma que transmitía la satisfacción que estaba sintiendo por tenerme así de tenso, gracias a la compañía de ese tercero que repentinamente se había cruzado: Matías. 
  
—Bueno, ¿nos vamos a quedar así eternamente? —No era necesario agregar que había sido Luis el primer voluntario en hacer trizar ese ambiente tan cerrado. Me senté al lado de mi amigo, quien se había acomodado en el único sillón que poseía pero en el que cabíamos perfectamente cuatro personas. Miré a Matías, que hasta ese momento bien podría haber pasado como invisible, pues apenas daba signos de que estaba acompañándonos a la fuerza.

—Ustedes fueron los que me invitaron —dijo al fin—, ¿no debería ser la cortesía de la casa sacar un tema ustedes? —Arqueé la ceja cuando me percaté del tono sarcástico con el que estaban bañadas cada una de sus palabras. Le intenté arrojar un cojín que había sin muchas ganas, mismo que atrapó sin ninguna clase de esfuerzo. 

—Ya, deja de hacerte el difícil y ponte cómodo, estamos entre puros cabrones —musité, estirándome perezosamente en mi asiento.

—Eh, Francisco, aliméntanos, ¿verdad? —Miró a Matías—. Prometiste cena para este arriesgado y para mí, el pobretón.

—¿Quieren comida China? —pregunté, poniéndome de pie, pasándole a dar una palmada a Matías en el hombro derecho. Él me miró de reojo y luego, también se dedicó a ocupar un asiento mientras se aflojaba el nudo de su corbata, hasta que logró quitársela completamente—. La verdad es que no tengo ni idea de qué hacer y quiero algo rápido, ¿qué dicen? —Me incliné a la altura de mi pequeño frigorífico para espiar dentro de él, sacando tres botellines de cerveza, mismos que repartí entre mis peculiares invitados, quedándome por su puesto con uno.

—Mientras coma, por mi está bien —dijo Luis, luego de tomar su cerveza y destaparla con sus dientes, un hábito que seguramente le tirará la dentadura cuando se vuelva un vejestorio.

—Adelante —coincidió Matías, sonriendo cuando Luis le ofreció a destapar su cerveza, acto al que accedió, seguramente pensando lo que yo cuando lo vi por primera vez haciendo eso: que alguno de sus dientes volaría en cualquier instante.

Cerré los ojos y di un trago largo a mi cerveza, pues quería que la tensión desapareciera de mis hombros y que a cambio, todo el ambiente pudiese relajarse sin problema alguno. Pareció funcionar o me autosugestioné con ello, pues mientras hacía el pedido de tres órdenes para unos muertos de hambre, sentí que todo empezaba a estar de mejor manera.

Me senté en el suelo, mientras buscábamos entablar alguna conversación que fuese decente, aunque primero comenzamos a hablar de cualquier estupidez, es así como primero hablamos acerca del clima, el tráfico y después nos carcajeábamos cuando estábamos arremedándoles a los profesores que más nos frustraban de la universidad.

Me sorprendí cuando ante mis ojos se presentó una parte que recién descubría de Matías; un hombre que después de todo, no estaba amargado, ni era demasiado mayor para nosotros, se reía bajo, tomaba la cerveza como si fuera agua y se burlaba también de sus jefes, los cuales se quedaban con el crédito de los trabajos que él había hecho. Para cuando llegó la comida y la puse delante de nosotros para que tragáramos, ya habíamos llegado al tema de las mujeres, el sexo y las relaciones.

—¡Ya, lo admito! He jugado con unas cuantas viejas, pero ¡Hombre! ¿Como si ellas fueran unas santas? Hasta donde tengo memoria, mi antigua novia me engañó con un cabrón que estaba más feo que yo… ¡Pero que tenía carro! Venga, sólo porque yo viajo en micro, ¿sólo por eso?

—Entonces, dices que lo que haces es por venganza a lo que también te hicieron —apuntó Matías con su cerveza medio vacía a Luis—. ¿Qué con cobrarse con otras?

—Es un puto círculo vicioso y ya —añadí, riéndome al mismo tiempo que me terminaba la cerveza y espiaba en el fondo del botellín como si de esa forma me encontrara más líquido.

—A mí me dejan mis parejas —confesó repentinamente Matías. Luis y yo nos miramos. Yo estaba buscando más cerveza que ya se habían acabado y él jugaba con los palillos de su comida, cuando explotamos en risas. Matías frunció el ceño mientras yo me tocaba el estómago por el dolor—. ¿Qué es lo gracioso?

—¡Es que..! —Me tragué mi risa y más tranquilo continúe: —Mira, no te ves del tipo que dejan, más bien tú eres el que manda a volar a todas sus parejas. ¿Me explicó? Debes tener muchos defectos para que te abandonen, no sé… modelos europeas.

—Sí, es que… ¡Venga, no serás el más guapo, pero se notan que te llueven! —Río Luis.

—¡Uy, como si a ti te faltaran, hermano! —Ataqué a mi amigo. Y era cierto, pues por su excelente humor y ánimo, Luis tenía muchas amigas que pretendían ser algo más y no las culpaba: si por Luis no sintiera ese cariño del hermano que  nunca tuve, seguramente hace mucho hubiera intentando conquistarlo pese a que es heterosexual.

—Son mis amigas. Amigas —Recalcó apuntándonos con los palillos. Matías giró los ojos con una sonrisa, como si no le creyera eso, bueno, ni yo le creía.

—¡Qué se quejan ustedes! —Me solté—. ¡Ya voy para cura de iglesia porque no he tenido nada de nada desde hace dos años! ¿Creen que es divertido estarse manoseando cada tanto mientras ven una porno?

—¡Porque no quieres! —agregó Luis con una risotada.

—Seguramente es eso —dijo Matías—. ¿Acaso eres de estándares demasiado altos?

Quedé en silencio unos segundos, con los ojos bien abiertos, mirándolo fijamente. No eran unos estándares altos; yo era una persona perfeccionista. Y lógicamente, nunca podría encontrar a alguien que se adecuara a lo que yo quería. Tal vez debería ser yo quien necesitara cambiar en lugar de tratar de arreglarlo todo. Rasqué mi nunca, mientras me dedicaba a carraspear tontamente.

—Qué va… —bromeé—, sí sólo no lleno las expectativas de nadie.

Qué mentira más vil. Era que nadie llenaba mis expectativas demasiado inalcanzables para cualquier ser humano.

Luis hizo una cara de incredulidad mientras Matías seguía concentrado en mí, deseando seguramente que le dijera la verdad. Mi amigo se paró y arrojó la basura de su comida a un cesto mientras buscaba seguramente la botella de alcohol que habíamos dejado la vez pasada que estábamos tomando. Dio un grito de euforia, seguramente por haberla localizado y al regresar a su asiento, extendió una sonrisa burlona que no reflejaba nada de lo que se le atravesaba.

—Y es aquí, cuando dos almas se conectan, cuando dos seres caen rendidos en la tentación que se venía formando desde hace varios días… el público lo esperaba… —exclamó mi amigo, deformando su voz hasta hacerla parecer más gruesa, similar a las voces profundas de los locutores de radio. Cerré mis ojos y traté de no reír por su idiotez. Matías lo volteó a ver mientras Luis se justificaba rápidamente—. ¡Pues parecía que se iban a quedar mirándose ahí embobados por siempre!

—¿Celos? —pregunté, mirando cómo tomaba la botella y se la llevaba a la boca para tomar el alcohol directamente de esa manera.

—Por ti siempre, mi amor —dijo, guiñándome el ojo y lanzándome un beso sonoro. Matías pareció hacerle gracia la infantilidad de nuestra discusión, por lo que yo giré mi cabeza, haciendo un puchero imbécil.

—No seas maricón, borracho. 

—¡Siempre te doy todo mi amor y lo rechazas!  —Dramatizó mientras bebía más alcohol. Calculé que no tardaría demasiado en realmente emborracharse; por el tono de su voz y el color en sus mejillas comprendí que ya estaba mareado.

—¿Son así siempre? —preguntó Matías, irrumpiendo nuestro ataque de insultos.

—Siempre —recitamos al unísono, repitiendo la palabra que había dicho.

Ese fue uno de los pocos momentos en los que me agrade por completo a mi mismo. Me sentía cómodo compartiendo mi espacio con Luis y Matías y por vez primera sentía que no me estaban invadiendo, lo cual era lo más común en mi persona. Es una noche que se quedó grabada para siempre en mi memoria, quizás porque la consideré perfecta… tal vez porque no podía pedir nada más.

—…mi última pareja me decía que era imposible complacerme —susurraba, con mi voz lastimada no sólo por hablar tanto tiempo y las bebidas, sino también porque estaba tocando partes dolorosas de mi pasado. Eran las tres y media de la madrugada. Luis estaba dormido en el sofá, desparramado con la boca abierta y derramando saliva. Matías se había apoderado ya de mi cama y yo, con la cabeza recargada en una orilla de la cama, estaba envuelto en las cobijas, cerca del rostro del Matías—, siempre ha sido mi defecto más grande; exigir demasiado… más de lo que alguien me puede dar…. Y no daba nada a cambio.

—¿Te has sentido solo? —preguntó con un murmullo también. Cuando menos me di cuenta, una de sus manos acariciaba mi cabello. Suspiré y no me negué, al contrario, cerré los ojos suavemente acercándome un poco más a él.

—En ocasiones… pero no quiero que alguien se dé cuenta de ello. Estoy cansado, ¿sabes? Cansado de exigir tanto, de que me miren tristes porque nadie está a ese nivel que pongo. Harto de causar dolor. Ya no deseo nada eso… por eso es preferible vivir solo… mantenerme en mi soledad.

—¿De verdad eso quieres? —preguntó.

—No, no quiero… la verdad es que quiero tener a alguien que me enseñe de los defectos… quiero que alguien me cambie, porque yo solo no puedo cambiar. Quiero que alguien me guíe y me diga que la imperfección es hermosa…

Todo era oscuridad a nuestro alrededor, se sentía melancólico el ambiente y los sonidos eran pocos, quizás uno que otro carro pasando.

—¿Dices que solo no puedes? Quizás en realidad no quieres y lo que haces es protegerte a ti mismo… no quieres que toquen de nuevo tus sentimientos y por eso los pones lo más lejos de todo el mundo.

Yo reí sin alegría al escuchar sus palabras.

—No eres mi terapeuta.

Quizás fue el ambiente. No lo sé en realidad. Sólo sé que pasó. Matías se removió en la cama y me tomó por el brazo para levantarme. Imaginé que simplemente quería que me pusiera de pie, pero grande fue mi sorpresa cuando tomó mi barbilla y levantó mi rostro.  Me miró, nada fue apresurado. Acarició con la yema de sus dedos  mis labios y me sonrió, seguramente riéndose de mi expresión impactada, que después se tranquilizó para entreabrir mis labios y tocar la punta de sus dedos con mi lengua.  Ese fue el detonante, el cual yo no pude soportar. Levanté mis brazos y rodeé su cuello mientras lo jalaba hacia mí e inclinando mi rostro, nuestros alientos tibios chocaron.

—No sé por qué, pero tú me gustas… —musité con mis voz temblorosa. Mis ojos trataban de ver los suyos en la oscuridad, para saber si me rechazaba o no, pero él no decía nada; sólo respiraba. Me acerqué lento, no quería asustarlo… entonces, nuestros labios chocaron, originando descargas eléctricas que me estremecieron. Jadeé  sobre su boca y mis labios acariciaron los suyos carnosos. Mis dientes se aferraron a su boca, jalándola y saboreándola hasta que finalmente sentí la punta de su lengua salir a recibirme, incitándome a que continuara.

Yo todo el tiempo me había guiado por la línea que estaba trazada. Matías era la primera persona que me llevaba a andar más allá de lo establecido… yo no quería perderme en el intento. 

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